Trastocada estoy, con los fantasmas, con las cartas que, luego de quemadas y enterradas, se regeneran y vuelven a mis manos cansadas.

La muerte no me quiere, me ha devuelto varias veces, entonces sólo me queda seguir y esperar (con pausas eternas) que tal y como apareciste en mi vida, desaparezcas.

En la nieve camino descalza, hace mucho frío pero la penitencia de sentir el hielo en mis pies hace que valga la pena... Que se congelen mis dedos, que luego caigan, para que así mis pies sean dos muñones que a nadie atraigan y comience mi muerte larga. Igual con mi cuerpo, con mis brazos y pestañas, con mis ojos arabescos y los dos millones de pecas, que se vayan. Los músculos que se tensionaban de ira cuando no llamabas, y que se relajaban cuando me mirabas y contemplabas, que se sequen, que se caigan. Mis pechos, mis costillas, mis caderotas y todas mis fallas.

Que se vaya, todo aquello, que se vaya.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La Pequeña Gran Democracia

Sois un Gilipollas

Hoy