Miércoles

Se levanta cansada, otro día más y nada ha cambiado, pretende mirar con esos ojos ásperos y rojos, no puede llorar más, ha llorado los últimos veintisiete meses (si no es más).
Escucha de lejos el eco del terremoto chileno, pero piensa en los haitianos y en el olor a muerte que sus fosas nasales evocan una vez que ha visto -demacrados- sus presentes y sus futuros.
Se pregunta cuál es el problema, ¿por qué le cuesta tanto? ¿Se merece todos los golpes bajos, acaso?
Establece sus jerarquías, todo se resume a doce patas y como a dos colas.
Mira la botella de sueño; toma un trago y debilita las lágrimas por dentro; llora hacia sí misma, regurgita sus miedos y los inhala de nuevo…
Líquido viscoso, olor fantasmal, ingratos momentos sin dar vuelta atrás, ¿sientes cómo tiembla tu ser con las embestidas de Richter? ¿Sientes todo el dolor que se acumula en tu espalda toda vez que ella está cerca?

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