¿Perdón?

Si tuviera que pedir perdón, tendría que comenzar por pedir disculpas por haber sido parte de esa eyaculación.

Por haberme dejado tildar de imbécil y de mártir encadenada entonando una canción en el comedor, como si fuese gracioso hacer ejercicios de matemáticas sin fundamentación.

Como cuando pretendía hablar inglés en un pseudodialecto creado en mi imaginación, para poder llegar a tener un poder de hegemonización.

O las veces que recogía vestigios de vida en las esquinas y los instalaba en mi espina, hacíendolos parte de mi habitación, incluso de mi respiración.

Las palabras vertidas sobre tu cabeza blanca o sobre la tuya negra, ying yang de emociones, perfecta imperfección.

O cuando pretendía ser la mejor compañera/cómplice existente, pero me importaba más mi lírica entonación, en las noches de bochorno y letargo con un poco de acción.

Noches que a veces inundaba con un llanto silencioso las almohadas partícipes de mi ambición, sin considerar para nada situación.

Días y noches de hierbas alucinógenas que me llevaban a otra dimensión, pretendiendo no estar presente y así no mostrar ninguna emoción.

Viajes truncados por vuelos parados, ingenua adolescente que pretendía que afuera todo era decente, para darse cuenta -después- que lo decente, en realidad, es un estado de ánimo.

Laberintos de materias y clases inconclusas, negaciones políglotas; no, mana, nein, non, no siempre, -siempre- con la misma connotación negativa, el inefable: NO. No (puedo). No (puedes).

Muertes casi exitosas, abortadas a la mitad por conciencias limpias que me vienen a charlar.

Lágrimas de cocodrilo a mi al rededor, sentimientos encontrados llenos de rencor.

Besos recíprocos de mil amantes con la mera afirmación de "ésta vez es distinto, ésta vez no soy yo"..., seguido por frustraciones ancestrales y de mayor ovación.

Cogotes mordidos y ojos cansados de ver mordidas, dedos imbéciles que no se callan, lengua con sed, garganta hueca, el agua se sale y todo comienza.
Pies cansados, muy cansados, es inminente el momento ha llegado.

¿Cansados de qué? Oigo la voz de lo último lindo que he esuchado, de lo último lindo que he leído y además reproducido: "eres una guapetura de 100 pies de altura, pecas de amor, cabello incandescente y rostro angelical...," ¿lo soy? No, más bien pretendo serlo.


*Cita de: Miriana Buss

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