My life in Kissy



Joyce tiene 36 anos de edad pero huesos centenarios. Lleva una peluca con trenzas chiquitas, tapando su cabeza calva, con pelillos apenas visisbles. Tiene las manos arrugadas, frías y desgastadas de tanto ir y venir, de tanto frotarlas frente a quien las mira perplejo, de toser en ellas y disimular el viento.

Joyce ma ha contado como fue vivir en el Infierno mismísimo que solo imaginamos y que a veces negamos con chantajes darwinianos o simplemente que cerramos con cabezas frías, llenas te ateísmo justificado.

En 1993 Joyce tenía 16 anos y vendía sus curvas a todo aquel que pudiera pagar por ellas. Locos y dementes, esquizofrénicos y vouyeristas que por un par de Rands (moneda sudafricana) alucinaban montando a la filistrica puro hueso y piel que, con lo que ganaba podía acceder a los medicamentos "gratuitos por ley" para calmar las voces en su cabeza, las voces agresivas que le pedían desprenderse de sus hijos en tumbas mojadas para llevarlos a parcelas donde todo es verde y huele a anís, para así descansar de ser loca.

Con 400 camas y 10 enfermeros para más de 6000 enfermos, el Kissy Mental Home era lo más parecido a "home" que Joyce pudiera desear: saltando las violaciones diarias, haciéndose la dormida para dar pena, y peleándose por la la papilla de plátano y maíz que comían, se podía decir que Joyce tenía algo así como una vida, así hasta que dibujaba y en las paredes escribía incoherencias sobre la monotonía, sobre el frío de las mananas cuando los monzones la cegaban. Días enteros viendo entrar y salir nuevos pacientes; el ritual de las evaluaciones, sólo para decidir el tamano de cadena y grillete en los tobillos de los nuevos inquilinos. Entre ellos se movía ella, liberando al andar sensualidad, aunque hoy reconoce su caminar como un lastimero paso de primate envenenado.

Caminar, sonreír, hacerse la loca amigable, que dos locos colegas la sometan entre ambos y que al final de haberla penetrado y lastimado, le dejen sólo un Rand, una paga simbólica pos sus servicios de hembra dispuesta e infeliz. Así, después de cinco anos en el Infierno de Kissy sólo ve la salida a su deseperación: varias pastillas blancas para opacar esa visión que la mantiene hundida, dosis de león para 45 kilos de nada, mujer sin huellas, casi sin alma.

En 1998 Joyce sale de Kissy. Vestida con una túnica mostaza, todavía con trenzas reales en su cabeza de reina, sale desesperada a ver su nuevo camino, pues Amnistía Internacional ha decidido ayudarla, a ella y a otras locas no tan locas. Primero las han banado, luego las han vestido, a algunas las han suturado de nuevo y las han dejado nuevitas. Las heridas internas, las quemaduras de cigarrillo en su frente y en sus brazos se reflejan como escarapelas de valentía, las de su vientre se esconden detrás de telas raídas, pero Kissy ha quedado atrás!, Kissy fueron solo cinco anos de su vida, ahora puede salir no sólo de Kissy, sino que de Sudáfrica para contar su historia de puta enloquecida, de útero camaleónico e infantil, de suenos quebrados y palizas diurnas y nocturas! Hoy es una nueva persona, hoy no es lo que fue en Kissy, hoy es Joyce, Joyce Konadu, sudafricana valiente, de 36 anos físicos, pero mil espirituales, hoy es Joyce, Joyce que sobrevivió Kissy.





Kissy Mental Home (Sierra Leone Psychiatric Hospital) es considerado el hospital psiquiátrico más cruel de la historia moderna sudafricana. Entre 1991 hasta 2001, en le periodo de la guerra civil, Kissy Mental Home fue el hogar de miles de sudafricanos que huían de la miseria de la guerra. Muchos eran enfermos mentales, pero a muchos otros los enfermaron. En 2003 hubo una reforma y hasta el día de hoy el hospital ha mejorado notablemente, pero, desde la época de su construcción en 1928 hasta 2003, y pasando por el periodo de 1991-2001 fue uno de los lugares más crueles en África.



Sierra Leone Psychiatric Hospital

Sierra Leone Psychiatric Hospital

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