Miedo

No para de sentir el frío que cubre su huesuda columna al sentir el respiro nocivo de sus dos acompañantes.
Los mira y continúa con su ensamblaje extraordinario; preparar un porro no es tarea fácil, y mucho menos cuando se está al extremo de la merluza, el vodka nunca es bueno en exceso...

Miguel la mira de reojo y vuelve a caer dormido, balbucea algo en inglés, ella sigue en lo suyo.
Por su cabeza pasan imágenes de excesos santiguados, besos guardados y mentiras justificadas. Piensa en lo que ha hecho, en lo que hace y en lo que hará; está cansada del vodka, del porro, de las níveas líneas de sedante mudo que se esconden en sus arterias. Piensa que a lo mejor ya se le pasa, que la comezón en su dedo anular se desinflama, que sus labios ya no raspan y que, -a pesar de todo-, su amado aún la aguarda.

"No pueden ni deben deshacerse del problema, porque a veces ellos son el problema", entonces todo se atornilla como un zoquete; a veces ilumina, a veces no -se repite-.

Nunca ha llorado tanto, pero jamás ha llorado tan poco, se extingue las lágrimas y entre las sábanas busca el encendedor. Miguel ha vuelto a despertar, la mira taciturno, da la vuelta sobre su eje y devuelve todo lo que su estómago ha ingerido, ahí, en el piso azul. Ella clava su brazo en el menjunje de sábanas con olor a desinfectante barato, casi le roza las bolas a Darío; el encendedor no esta ahí.
Miguel ha terminado de vomitar, mas ha reaccionado, y en un instante se ha dado cuenta de lo que ella busca.

Está aquí, -le dice-
Gracias, -responde ella-

Ambos se incorporan en la cama y se enciende el porro, pero Miguel no fuma, sólo la mira confuso, triste, asustado.

Ella: me voy en un rato... ¿Crees que reaccione bien el Darío?
Él: hmm espero, igual, yo me quedo con él, o me lo llevo a mi casa, o lo dejo, ya veo...
Ella: ¿sigues arrebatado?
Él: nunca estuve arrebatado, ¿vos estás?
Ella: un poco..., esto no sale de estas bufonas paredes, ¿no?
Él: no, claro que no.
Ella: toca que hables con tu amigo, que le adviertas, yo no sé qué haría si se enteran.
Él: nadie tendría porqué.
Ella: ya. ¿Quieres?
Él: no..., estoy mal, quiero irme a mi casa, y este huevón no se levanta.
Ella: ¿es la primera vez que lo hacen?
Él: ah, más o menos...
Ella: vale, no quiero saber. Me voy.

El sabor amargo en el contorno de su boca no se ha quitado, teme que su amado pueda sentir la mierda de alcohol, el ácido alucinógeno o la marihuana purísima; no quiere besarlo.

¿Comer algo? ¿Vomitarlo luego? ¿Tomar agua pura para eliminar todas las toxinas?
No, no es necesario, pues la comezón en el dedo anular sigue presente, entones él no viene, no se acerca, tiene miedo y debería.

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