Reflexión añonuevera o La vaca sabía



Si se pretendiera hacer un análisis sobre cómo andan las cosas y el porqué de las mismas, seguramente me terminaría pegando un tiro, y tú también.
Si todos naciéramos con las mismas capacidades y derechos, seguramente no habrían tantos izquierdos ni sindicales anarcas que pretenden darle vuelta al estado de lo que somos; con mucha pena reconozco que no nacemos con las mismas capacidades ni mucho menos con los mismos derechos. Nacemos -en todo caso-, con más izquierdos que derechos y con muchas más incapacidades; no porque seamos incapaces de ver la luz de fondo, sino porque simplemente somos inferiores a la hormiga que pisamos esta mañana.

-Oh, perdón-.

No es cosa de meterse en terreno fangoso y temeroso; no es mi intención escribir ni que leas una pseudo introversión sobre la política, ni quiero profundizar en mis creencias ni en sobre lo que soy capaz o sobre los derechos que tengo y ejerzo… No, no. Solamente quiero ayudarte a quitarte la paja del ojo, a levantar tu dedo del sol, o simplemente a quitarte la sonrisa de la cara por tener un día feliz, ¿por qué?, porque: NO DEBERÍAS ESTAR FELIZ. ¿Amarga? Tal vez, ¿realista? Sí.

Al encontrar papeles con mierda en los basureros, me repugna la idea de saber que todos, -en nuestra condición de animales superiores-, defecamos igual que los animales inferiores. ¿No te da un cacho de asco? Mientras un equino de 270 kilos defeca al caminar, yo; liviana ninfa de 67 kilos, lo hago a escondidas leyendo una revista que me demuestra que la frivolidad está de moda desde hace ya un par de siglos…
Luego, engullo hambrienta un bistec de vaca samaritana (una vez esta vaca salvó a dos patitos de que fueran pisoteados por otras vacas energúmenas) y me entero de la historia luego de que -por casualidad-, me meto al degolladero en cuestión para averiguar la biografía de dicho animal asesinado, carneado, cocinado, devorado, digerido y demás… ¿Me crees? Haces bien en no hacerlo, o en hacerlo, eso depende de ti.
Más tarde, tomo una ducha caliente pensando en lo relajante que se siente el golpeteo del agua en mi espalda desnuda…, imagen de una náyade amazona de 1.83 metros de estatura y el espíritu desordenado para solamente revolver las tripas de tanto asco al querer compararme con una de las súper modelos bolivianas, argentinas o brasileras. WTF?

Nada, atolondrara salgo de la ducha publicitaria y me encremo toda. Piel lisa, un poco bronceada…, es imposible no asociar mi piel con la crema olor a fresas y avellanas, con una publicidad de alguna modelito en cuestión, vendiendo un producto y sus curvas (o al revés) lo hago, ¿y qué? Viene el mareo substancial y las ganas de vomitar, imágenes inequívocas de perros marchitos y de cuerpos desmembrados me invaden la cabeza, cosa que me autoflagele al mejor estilo franciscano y deje de pensar en mí con ese egolatrismo único en mi clase. (There we go again).

No entiendo -de veras- cómo puedes ser feliz. No entiendo ¡cómo sigo en pie! No entiendo cómo muchas parejas le siguen escribiendo a la cigüeña a París. No entiendo cómo me voy de viaje al oriente o a occidente, a las playas o a las montañas…, debo (o qué) ¿tomarme un frasco de pastillas para pasarla bien? ¿O solamente debo predisponerme a tener un tiempo de calidad con mi familia, novio, amigas y amigos? De acuerdo, lo haré; pero… ¿Cómo? ¿Cómo puedes divertirte cuando las cosas van mal? ¿Cómo puedes irte de juerga cuando sabes que al salir del boliche vas a toparte con mil niños dependientes de ti y de las drogas para vivir, y tú, -directamente- vas a mirarlos con cara de “ohh, pobres niños” y luego seguir? Yo no puedo, no cacho cómo puedes tú.

(Risas encabronadas). Escribo en mi computadora. Saco fotos de los niños mencionados arriba con mi cámara, ¿pago la cena con mi tarjeta? ¡Reunámonos todos a comer bocaditos de estirpe y a discutir sobre cómo ayudar a estas almitas! Algo así como la tira cómica de Mafalda…, me acabo de acordar…
Bueno. Continuemos pues con la realidad. Comencemos un 2010 lleno de ganas de mejorar el país, reuniéndonos en restaurantes con nombres impronunciables, yéndonos a tomar sol a la piscina del club, fumando cigarros de vainilla y sigamos encremando nuestros cuerpecitos con crema de fresa con avellana…, de mora con nuez, de blackberry pop o de manzana verde con sésamo… Sigamos con la farsa que representamos, bebamos champagne y hagamos el amor, no la guerra.


Need a gun?



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