Desgatada Gata

Los ojos le duelen por los surcos que las lágrimas le han marcado los centímetros secos de piel reptilosa.

Siente náuseas y miedo. Náuseas por el bagaje alcohólico que lleva en sus entrañas desde hace ya varios días y miedo de sí misma por proyectar lo improyectable… “¿qué pretendes?” es cuestionada por el Señor Lobo.

Si tuviera un arma, seguramente no la usaría. No le gusta el sonido del impacto balístico cuando se estrella en tejido muscular, grasoso (gracioso), óseo, peludo y/o felpudo. El “toc” del impacto balero en los huesos bovinos le recuerda a esos días en los que faenar a una res ¡era lo más divertido del mundo! Luego, -claro- supo que las vacas voluminosas no volvían a su cuero ni que la sangrecita se posaba en las venitas, arterias, nervios y demás recovecos del gran animalote. En su mente se rebobinaba el momento del golpe, la herida tenaz en el cuello, la evacuada sanguínea abismal -tipo The Shinning- dos ascensores repletos de plasma, plaquetas, glóbulos blancos, rojos, azules y amarillos… ¿azules y amarillos?

Aja.

“Pobres vaquitas”, -se repite ahora-, toda vez que mira esos tazones con colores vacunos; ceniceros, platos, cubiertos, sábanas, colchas, almohadones, ropa… ¿quién se viste de vaca? -Yo-. Dice. “Pero si ellos no eran vacos(entiéndase por toro y vaca). Eran más bien, una suerte de un gran, gran, gran, GRAN deutscher Wolf, und einer kleine Katze.                                                 
                                                                      
  Heil Wolf!

Se remonta al momento de: “¿y si tuviera un arma?” No la usaría. “¿Y el bate espeluznante?” No. Ese bate ya fue. “¿El cuchillote?” Ay, no. No, no, no.

No puede hacerlo; la cobardía y poca histeria (que antes saltara a borbotones), la han abandonado. La han dejado. “Me rindo” -dice-.

Al final ¿qué es empujar al lobo por las escaleras? Es demasiado ágil, mostraría sus fauces antes del embiste físico o psicológico. Es demasiado fuerte, y en más de 120 años, no se le ha movido un pelo de la tupida cabeza, solamente porque se cree más fuerte que ella. Y ella lo acepta. Y la gata también lo acepta… Las cuatro gatitas se resignan, el lobito lobezno…, a él le da igual. La conflictiva del show es la quinta gata. Gata-gata. Rara gata, no existen de esas y no deberían existir. Modelo de gata patentada el ’83. No se encontraron más ejemplares… y lejos de ser una gata feliz por ser una gata única, se siente desmoralizada, desmotivada, desgarrada, desganada, desgatada…, sí, desgatada la pobre gata.

Y la idea sigue, ¡ronda! ¿9 milímetros? No. ¿Machete aus Vietnam? No. ¿Bate de Cuerámo o Nogal? No. Ni sabe dónde está.

Estoicismo pues entonces. La quinta gata se resigna, y una vez más supura gotas horrendas y los surcos se hunden más y más. Siente que a veces se puede ver hasta el otro lado. Pero no. Sabe que miente -se miente- a sí misma, solamente para durar un poco más. ¿Dónde? ¿Durar dónde?



Acá.


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