Feliz día de los muertos!!

El olor a mierda de gato es el menor de mis problemas.
Tengo que pensar -pensar claro-, y hacerlo rápido.
De repente me veo reflejada como la protagonista antagónica de todas las películas de horror que he visto hasta ahora; quiero ser -soy- la verduga en cuestión; la única diferencia es que ésto no es una película, tampoco un simulacro, sino que me está pasando.

Siempre me he jactado de tener un humor pulcro a la hora de elegir víctimas imaginarias. No lo hago al azar, es toda una ciencia. En mi imaginario, yo soy la buena, aunque a veces la mala; o mejor entiéndase que soy la mala pero para el resto soy la buena porque nunca me van a descubrir. Way too good to be true.

Dos víctimas. No, yo soy la víctima, ellos solamente pagaron por lo que me hicieron a mí -y a los demás-.

A Gustavo siempre le gustaron los gatos. Prefería los arrabaleros, los criollos, esos como atigrados, casi tan fieles como perros. Muchas veces se quedaba debajo de la lluvia cerca de una gata del vecindario; intentando convencerla de que entre a la casa. Nunca lo logró, la gata al final se murió.
Miguel -en cambio- era más entregado a los perros. Tenía dos pointers, como una suerte de tradición barbárica familiar. En ciertas épocas del año, cargaba a los dos canes en su camioneta y se los llevaba a cazar perdices. 
Miguel y Gustavo pueden ser hermanos, mas no se parecía en nada físicamente, ¿o sí? No sé, no me importa.

Como pseudo novia de ambos, han habido temporadas en que los tuve a los dos comiendo de mi mano. Al principio no concebía cómo era posible que los hermanitos me compartieran; lógico, me sentía superior a todas las chotitas con las que estuvieron o estarían, pues YO estaba con ambos.
Lejos de sentirme utilizada, me sentía dominante -no dominada-. Hacer el amor con ambos el mismo día era extraordinario! Nunca accedí a hacer un trío, (ellos querían), pero yo no, "no es mi estilo", les repetía, pero las veces de “en la mañana con Tavo y en la noche con Miguel” eran espectaculares. Ya, ya. Voy al grano.

Hace unas semanas, éstos imbéciles decidieron violarme ¿puedo utilizar el término? Supongo que sí. Me violaron entre los dos, tengo flashes violentos que calmo con ampolletas intramusculares de Valium y a veces con ron… Nadie me creyó. -Es que tampoco se lo conté a nadie-, porque todos saben que me tiré a los dos hermanitos; entonces es poco coherente “denunciarlos”. Creo que ahí es donde comenzó mi descenso al Averno del lado más oscuro de mi ser… Llegué a odiarme de tal manera, que al no saber cómo canalizar el odio a mi misma y a mis abusadores, comencé a ingeniar ideas espectaculares de muertes súbitas.

Primero los pointers; Miguel pensó que los envenenó algún vecino -los perrotes siempre ladraban y molestaban a todo el vecindario-. “Oh, oh, qué pena, qué horror, enterremos a los canes antes de que comience el mal olor”… convertí esa frase en una canción que me duró dieciocho días exactos. Luego pensé en cómo deshacerme de los gatos…, me daba algo de pena porque me gustaban y eran chicos -excepto por la madre de los tres que caminaba sigilosa por todo lado-, además, Gustavo siempre fue “el bueno” y Miguel el…, no malo, pero digamos que sí el estúpido.

Una tarde, echados yo y Miguel en su cama lo consolé diciéndole que podía conseguirse nuevos pointers. Miguel se enojó tanto que no quiso coger de nuevo “your lost”. ¿Rechazarme a mí? -pensé-.
Yo maquinaba qué hacer. Visitaba mi Averno personal todos los días para llegar a alguna conclusión. Matarle los perros a Miguel y los gatos a Gustavo, no me devolvería los días tranquilos en que me cogía a ambos hermanos; la sensación de haber sido violada por ambos me remordía entera y despertaba en mí deseos oscuros…, muy oscuros. Es que más allá del simple hecho de que consiguieron lo que buscaban, no aceptaba -no acepto- el hecho de que me hayan violado. Hijos de puta.

Ahora, en este momento pienso; en cómo fui tan idiota al seguir con ellos después de lo que pasó! Si bien nadie hubiese creído mi versión de que en efecto yo fui la víctima; tal vez hubiese podido -al menos- bajarle los humos a los hermanitos hacíendolos mierda por un tiempo…, pero es tarde, es tarde, y al sentir el olor de la mierda de gato por toda la casa me cuestiono sobre qué es lo correcto y qué no…, qué fue, qué no fue…, qué hice, qué hicieron.

¿Qué pensará mi mamá? ¿Mi papá? ¡Mi hermano tendrá que volver de Inglaterra para consolarme! ¿O se quedará allá por la vergüenza?
Estigmatizados ya estamos!!! Estoy… Cuando entre la policía y vea a los hermanitos con balazos certeros en sus vacíos cráneos… ¿qué pensarán? Las almohadas de plumas están llenas de tejido…, nervioso, muscular, sanguíneo… No sé porqué Gustavo sangró menos que Miguel, si básicamente el balazo fue en el mismo lugar. Nuca vs. Nuca = bien muertos. Es que la que se hueveó fui yo! No sé qué pensé. Los cuerpos huelen mal, los ojos de ambos están hinchados y no sé qué huele peor… ¿los putrefactos cuerpos? ¿O la putrefacta mierda de los gatos? Y no paran de maullar. ¡Venga que los ahogo! No, no. Muy macabra sería la escena…, dos cuerpos masculinos que llevan más de siete días muertos, ¿y cuatro gatos ahogados? Hey, I’m not that evil. Enfatizo el “that”, porque Miguel y Gustavo merecían la muerte. Más que los pointers y -por supuesto- más que los gatos no tan alcúrnicos como su occiso dueño.

¿Qué hago? ¿Llamo a la policía? ¿Quemo la casa? ¿Descuartizo los cadáveres y los entierro con los perros? -No, qué asco-.

¿Me pego un tiro? No. ¡Cómo pues! Cuando llegue la policía van a encontrar dos cadáveres de dos tipos, descompuestos hace más de una semana, y el cadáver de una mina con unas 48 horas de descomposición? No way! Ahí atan cabos y seguro salen con que los maté yo…, la mierda, ¿y mis viejos?, ¿mis amigas?, ¿mi hermano? Estoy cagada.

¿A quién le echo la culpa? ¿Alego demencia?

¡Ya sé!, hmm no, mejor no.

Por eso digo…, en éste momento, el olor a mierda de gato es el último de mis problemas…






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