Y nos dieron las diez

Lo que salga de mis entrañas

Ojos adormecidos, leve hinchazón en el párpado izquierdo -dícese orzuelo-; ¡vete a la mierda!, orzuelo, orzuelo.

Dedos fríos y delgados, el anillo me queda grande, ¿he adelgazado yo o el anillo ha crecido? Me da igual -en serio-.

Dolor de "esa" muela que tarde o temprano deberá ser intervenida; tres o cuatro agujas se insertarán en las raíces y matarán su núcleo: "¡muera raíz, muera corazón, muera centro de equilibrio!" Luego quedará un boquete adefesio, lo rellenará con amalgama sabor a limón y en un par de semanas un jacket más blanco que mis mismas muelas, o probablemente en una suerte de economizar o del mismo terror que me envuelve las entrañas ahorita de tener que volver donde el médico/carnicero pa' que me cambie la nivea amalgama, elijo no más una de acero. A lo mejor parezca -no lo sé-, pero el acero quirúrgico dura 10 veces más que las amalgamas "estéticas" -por así decirlo-.

Mi labio inferior a veces palpita, por esa maldita manía que tengo de mascar y mascar hasta sentir el sabor de mi sangre. Quitarle esas capitas de piel, las primeras..., igual cuando me como las uñas o la piel al rededor de los dedos, simplemente no puedo evitarlo. Ahora mismo me pongo una crema (que huele a canela) en los labios; es una especie de vaselina, sirve; sólo el tiempo suficiente como para que se regenere un poco la piel y vuelva a desgarrarla más tarde.

El pelo rojísimo ya no se me antoja. Hay momentos en que quiero cortarlo yo misma -al mejor estilo de Mulan- y que quede una cosa dispareja. Tal vez teñirlo al color original, pero es que no existe el color elefante.

La nariz. La nariz perdió la batalla. He reducido el número de Kleenex a dos por día (hace unos días utilizaba casi dos paquetes), y lo peor es que no estoy ni estaba resfriada, solamente andaba moqueante. No me gusta.

Mi panza. La miro y me horrorizo; me transporto a ese capítulo de Los Simpsons cuando Homero hacía hablar a su barriga y grotéscamente se mete una rosquilla por el ombligo, ¿se acuerdan? O peor aún, cuando han intentado besarla y me he muerto (luego revivido), en el instante mismo del toqueteo experimental y bochornoso que me provoca tener una panza tan fea. La detesto.

Los muslos, hiper sensibles al tacto y al sol, mi enorme "poto" -ríanse- pero ese pasa, le tengo cariño. Siguen mis pantorrillas, no las discrimino, y los pies... tengo pies de Elfo -debo confesar-, no por peludos pero sí por feos.

No he tocado el tema de mis pechos que me acompleja (ba) la existencia. A los 11 años eran exáctamente como ahora, entonces todavía me cuestiono si Dios se hueveó y se olvidó o si la Madre Naturaleza me entregó los dos limones por tacaña..., bueno, en todo caso a estas alturas de mi vida me vale sorete, -además- las planas podemos ponernos todo y no nos vemos ordinarias: al cuerno tetonas del Diablo, pecaminosas!!!!!!

Cuello y clavícula. Total y completamente sexy, yeah baby! Columna vertebral, deli ja!

Otro asunto es lo que hay dentro físicamente, no "espiritualmente"..., ubican, sangre unos cuatro litros, venas, arterias y nervios..., etiquetados con mechillas multicolores..., cartílagos y huesos fusionados, como haciendo el amor todo el tiempo. Contorsiones sensuales de rótulas cremosas, rodillas dobladas y codos escurridizos! Espina dorsal divina..., médula ósea viscosa -pero sabrosa- <- lo siento, tenía que poner eso. Músculos tensos y relajados (depende la situación). Corazón ascelerado, desacelerado..., muerto. Pulmones con humo y sin humo. Riñones contentos -a veces no tanto- hígado hinchado. Páncreas, vejiga llena de cerveza (?) trompas de Falopio a la derecha, a la izquierda, albergando ovarios caprichosos que una vez al mes me hablan. Ya me dio asco hablar de órganos. No, mentira. Y vuelve a comenzar: "Y nos dieron las diez" (Sabina, contra todas mis predicciones).

Me quiero morir muchas veces. Hoy, no es la excepción.

Camélida apestosa, el pelaje camélido huele muy mal cuando se pudre, así que toca que me desollen antes de que las moscas hagan de mí un divino, aromático y ófrico ecosistema.

¿Quién da más?

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