Yo o ninguna

Para Morinakemi

Se levanta como si nada, todavía escucha retumbar su respiración agitada en el momento de:

Horas antes tenía todo planificado. Escuchaba a Cake: Short skirt and long jacket, luego pasaba a la versión de los mismos de I will survive. Se miraba al espejo y cantaba la canción para su reflejo, disimulando, como si no fuese ella misma.

Cantaba, se miraba, se mandaba besos y pensaba obscenidades y en las horas venideras. Se repetía la misma frase...

Llegó puntual, -como siempre- 9:15 de la noche, noche de verano, entonces llevaba un vestido ligero, que sabía que a él le encantaba.

Un vino, blanco o tinto, lo mismo da. Champiñones rellenos con albahaca y ajo picado, cocidos en mantequilla y rebosados en aceite de oliva.

“Es solo el entremés” –pensaba-

Cena: salmón al horno con crema de leche, cebollín picado a punto y arvejas en vinagre, decorado con queso parmesano y de acompañamiento papas cocidas al horno, de esas pequeñitas tan lindas, conservando la cáscara. Arroz con azafrán, y tomates deshidratados de la sección “Mi Bela Italia” del supermercado.

Llega, se saca el abrigo “pero si no hace frío afuera” –medita-.

Se acerca a sus labios tibios, le da un beso largo y suave, siente el olor a horas de trabajo en la oficina, típico de enclaustramiento empresarial; ella, en cambio, huele a limón y a especias, trae en el pelo un moño desordenado, coronado con un palillo chino.

¡Música! Importante, comienza con Andrea Bochielli, sabe que le gusta, estira las piernas y cruza los brazos por detrás de la nunca, ella solamente lo contempla.

Tres copas de vino después y casi todo el disco de Bochielli, se sientan a comer. El vino no le gusta a ella, por eso no lo acompaña, sin embargo, descorcha una nueva botella para la cena. Vino blanco, toma una copa esta vez.

Comienzan con los jugosos champiñones, ella los muerde, el aceite y el ajo resbalan por la comisura de sus labios, sabe que a él le excita.

Con el salmón no ha sido distinto, está en su punto y sabe delicioso, él la mira, rememora la semana anterior cuando le prometió –una vez más- que dejaría a su esposa.

“Por ti, por toda tu humanidad, es que no hay un par de piernas como las tuyas, no hay una lengua como la tuya, no he tocado tetas más exquisitas que las tuyas”

Aja.

¿Postre? –Pregunta-

Tú eres mi postre. –Responde-

Se retiran al dormitorio, donde las paredes curiosas esperan el embiste. Ella se encierra en el baño, él se acomoda en la cama. Cinco minutos después, ella sale vestida como una diosa sado, corsé y calzones negros, medias de red hasta los muslos, donde se juntan con el liguero plateado que a él tanto le gusta. Tacos altísimos, gargantilla de cuero, el látigo y el infaltable antifaz.

Desfila para él, sabe que está embelesado, esa mujer lo vuelve loco.

Ella, desafiante se acerca y roza sus labios con su pecho y sube a sus labios, los lame apenas, lo desviste poco a poco, dejándolo solamente con los bóxers.

Una vez concluido el rito, lo esposa; muñecas y pantorrillas a la cama de fierro antigua; se monta en él y se mueve emulando penetración con gemidos y jadeos, él no da más, realmente la desea.

Te amo –dice ella-

Y yo a ti –responde él-

¿Cuándo vas a ser sólo mío? –Indaga ella-

No hablemos de eso, ¡sé mi perra! –Reclama él-

Se levanta como si nada, todavía escucha retumbar su respiración agitada en el momento de:

Me siento mal, suéltame –pide él-

Ella se quita el antifaz, se quita el corsé y el calzón. Desnuda como está se encierra en el baño y se escucha un abrir de llaves de agua.

¡Oye!, ¡ven y quítame esto!, ¡en serio me siento mal! –dice él, comenzando a vomitar-

Del baño solamente queda la tenue luz que sale por debajo de la puerta. Ella está instalada en la bañera, llorando sin llorar y caliente en su lecho.

-Gritos desesperados de la habitación-

“No importa ya. Nadie te escucha, y si lo hacen, no vienen hasta mañana” –reflexiona ella mientras toma la hoja de escalpelo número 11 que comprara esa tarde en la farmacia-.

Con no más de tres tajos en cada muñeca, hunde las mismas en el agua tibia y benévola. “Esto es rápido” –asegura-.

En la habitación contigua el hombre intenta gritar pero no puede, el vómito comienza a ahogarlo en serio, fosas nasales son ahora dos cascadas de espuma, sangre y vómito. Se mueve frenéticamente pero es inútil hacer algo, el paro cardio respiratorio es inminente y entre vómito, mierda y sadismo se ahoga en una nube de olor y de dolor.

Al mismo tiempo ella, en su subconsciente casi fuera del mundo se repite la frase que mascullara frente al espejo esa tarde: “te amo, te amo, pero ya basta; soy yo o ninguna”.

Comentarios

  1. Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

    ResponderBorrar
  2. Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

La Pequeña Gran Democracia

Sois un Gilipollas

Hoy