El Perrito

Todo pasó demasiado rápido..., intentaba no pensar y envolverme en las sábanas para estar caliente. Me movía de un lado al otro durmiendo con la mente despierta y el hilo de voz que empujaba mis dientes para poder manifestarse.

No, no hablaría y tampoco lloraría. Diecisiete litros litros del lagrimal derecho y doce del izquierdo, nunca me explicaron porqué lloro más de un ojo que del otro.
Escondía mi cabeza debajo de la almohada, esperando el inminente toc-toc. Tenía ganas de hacer pis, y tal vez de vomitar, pero no quería levantarme..., no fuera que los mounstros que habitan la oscuridad infinita que hay debajo de mi cama salieran y me comieran las rodillas.

Pasaban los minutos y las horas, me destapaba y tapaba, en realidad estaba haciendo mucho frío, pero cuando pensaba en tu cara, me llenaba de un calor incómodo; desde los pies hasta la frente! Un calor que comenzaba en los límites extremos de mi libido, y terminaba en los confines de la verguenza, del miedo, de la desolación.

Miraba mis pechos y automáticamente me ruborizaba por los besos y mordidas, y es que "yo no soy así"! -Te decía-.

Mi vientre, ja! Metía la panza para tener esa silueta de modelo, esa que tú imaginaras y fantasearas con besar.

Amabas mis hombros, yo también los amo, esa unión perfecta de clavículas con hombros (bah, saben a lo que me refiero), es exquisita. Tus hombros eran divinos también! Los mordí mucho, "pero es que yo no soy así" -te repetía-.

Me tapo hasta el cuello, un calorsito leve me recorre la espina y miro fijo al techo.




Toc-toc.



Si?
-Ya vamos, estás lista?
No.
-Quieres que entre a ayudarte?
No.
-Vamos, tienes que ser fuerte mi vida, luego te vas a arrepentir.
(Silencio)
-Vamos.
No.
-Entonces yo tampoco voy. Tus amigas están allá, vamos!
Para qué? Ya no quiero llorar.
-Puedo entrar?
No.
-Vamos, mierda, sabes que tienes que ir, si no vas por él ni por vos, entonces andá para disimular, mínimo, no?!
(Silencio)
-Y? Vamos?
Estoy buscando mis botas.



Una vez allá, se vislumbra una orgía de besos y abrazos, sentimientos encontrados..., "todo pasa por una razón"..., sí, sí.

Su madre se me acerca, me abraza y la abrazo, no hay palabras.

Vamos, estás enterrado. "Chao, amor" -pienso-.

No lloro, porque no te extraño. Bueno, sí, un poco.

Estás enterrado y todo ha acabado, yo quiero volver a mi cama de sol y dejar de pensar que estás a mi lado; igual qué me queda? Voy a terminar confesando? No, no lo creo, mi enfermedad está de mi lado y no hay mirones ni testigos declarados...

Hoy no me queda claro cuál de mis personalidades te eliminó. Mi egolatrismo? Mi egoismo? Mi histeria? Mis ataques de pasión repentinos? Uf, al final tenías que irte, no yo. No hay más cabida para más dolor y sentimiento de culpa; vos pisaste al perrito. Mi egolatrismo, egoismo, histeria o ataques de pasión, nada tienen que ver con tu: "trauma encefalocraneano" y mi muñeca rota, o los tres puntos externos que adornan hoy mi boca. Yo te dije: cuidado con el perrito!!


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