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Update febrero 2012 o Confesiones de la Camélida

No soy buena con las tecnologías, lo he dicho y lo repito, y esta nueva versión de Blogger -aunque exquisita-, se me hace difícil. Tuve dos meses de vacaciones donde todo lo que hice es: hacer lo que me da la gana, y no me arrepiento... No soy de la filosofía de intoxicarme con alcohol o drogas, ni mucho menos de acostarme con cualquiera cuando estoy en mi etapa de: "no hacer nada", pero pues, estas vacaciones fueron terriblemente terribles en todo el sentido de la palabra; ahora toca desglosar y ver si lo "terrible" fue bueno o malo. Ahora miro mi maleta en el piso, mis perras durmiendo en mi cama, plácidas, y reflexiono... Ay Camélida, tienes que crecer. Pero vamos, que no es el fin del mundo, sino más bien lo contrario; nuevo continente la próxima semana, nueva casa en el mediano plazo, nueva carrera, nuevo novio. Ja! Hay un chico por ahí que me encanta y pues si se dan las cosas, la Camélida estrena novio dentro de poco. En qué ando?? Ando como siempre,

Hoy

Hoy nos hemos besado, y me has despeinado. Me has movido todos los pelos a un lado  y no me ha importado, porque eras tú, tu, -vos-. No me ha importado. Me has besado; en el cuello, me has mordido como un vampiro, y me ha gustado, -no tienes idea cuanto-. Has querido llevarme a tu cueva y hacerme el amor, -al principio- no te he dejado, me has mordido, me has besado, luego -indefensa- me has lanzado a tu cama y me has besado, -como si fuera tuya- me has tomado. Me has tocado, me has hundido los dedos en lo más profundo y -sabes- que me ha fascinado... Me has hecho el amor como nunca y de paso, me has preguntado! Si con el que hacía el amor antes era mejor que vos y te he dicho: "nadie me ha hecho el amor como vos" y un poco, te has avergonzado. Y luego, me has tocado, me has confesado, me has besado... Tu pelo negro sobre mis pechos. Tus dedos largos, sobre mi sexo, tu lengua dulce... Me has confesado... Me amas, me amas a medias, me amas y poco, luego te has avergonz
Trastocada estoy, con los fantasmas, con las cartas que, luego de quemadas y enterradas, se regeneran y vuelven a mis manos cansadas. La muerte no me quiere, me ha devuelto varias veces, entonces sólo me queda seguir y esperar (con pausas eternas) que tal y como apareciste en mi vida, desaparezcas. En la nieve camino descalza, hace mucho frío pero la penitencia de sentir el hielo en mis pies hace que valga la pena... Que se congelen mis dedos, que luego caigan, para que así mis pies sean dos muñones que a nadie atraigan y comience mi muerte larga. Igual con mi cuerpo, con mis brazos y pestañas, con mis ojos arabescos y los dos millones de pecas, que se vayan. Los músculos que se tensionaban de ira cuando no llamabas, y que se relajaban cuando me mirabas y contemplabas, que se sequen, que se caigan. Mis pechos, mis costillas, mis caderotas y todas mis fallas. Que se vaya, todo aquello, que se vaya.